Hoy, en vísperas del 24 marzo, fecha fatídica que marcó a sangre y fuego la página más negra de la historia argentina, quiero recordar qué sucedía en aquella Argentina en las vísperas del golpe. Luego de la muerte del general Perón su esposa y vicepresidente elegida con un arrasador 62%, asumió la presidencia de la Nación. ¿Cómo llegó esta bailarina del cabaret Paxapoga en Panamá, a convertirse en la primera mujer Presidente de la República?

El mandato de Isabel Martínez fue un período breve y oscuro, signado por la sombra que proyectaba José López Rega sobre el gobierno que, con la muerte de Perón, había quedado virtualmente huérfano.

Este personaje sombrío ejerció sobre la viuda de Perón una influencia esotérica digna de un Rasputín.

López Rega nació el 17 de octubre de 1916. Una temprana inclinación al ocultismo lo llevó a iniciarse durante su adolescencia en la nigromancia. Formó parte de una secta umbanda y cultivó la magia negra.

López Rega, miembro de la Policía Federal, estaba convencido de que existía un vínculo cabalístico entre la fecha de su nacimiento, un 17 de octubre, y la del alumbramiento del peronismo. Pacientemente, fue construyendo el cumplimiento de sus profecías. Escaló posiciones en la policía y estableció contactos políticos, a la vez que ascendía en la secta umbanda: fue ganándose con justicia el apodo que llevaba con orgullo: el Brujo.

Siempre atribuyó su relación con las tres mujeres de Perón a un plan de una voluntad superior y misteriosa del destino: había sido alumno de canto de Aurelia Tizón, la primera esposa de Perón fallecida en 1938. Como policía, formó parte de la guardia de la residencia presidencial de Olivos creyéndose el protector de Evita y con Isabel lo unió el conocimiento del espiritismo.

El Brujo se fue abriendo camino de distintas maneras: podía ser amable hasta la genuflexión con sus superiores, despótico con los que estaban por debajo de él y también sabía ejercer su predicamento entre sus cofrades espiritistas. Este último fue el caso de Isabel. Causaba impresión ver los discursos de la presidente: López Rega permanecía un paso detrás de ella moviendo disimuladamente los labios para dictarle letra a la viuda de Perón. Era como un ventrílocuo con su muñeca.

María Estela Martínez fue quien le abrió la puerta del círculo más íntimo del ex presidente. Ella había viajado a Buenos Aires enviada por su marido con el propósito de reagrupar las fuerzas dispersas del Partido Justicialista, por entonces proscripto. Durante una reunión, Isabel conoció al Brujo y quedó fascinada con ese personaje que, como ella, hablaba el idioma del ocultismo. Aquel nexo habría de profundizarse en Madrid, cuando López Rega se convirtió en la mano derecha de Perón. Desde la llegada del nuevo secretario privado del General, luego de la medianoche, se percibían movimientos extraños en la residencia de Puerta de Hierro. Una madrugada,
sobresaltado por los ruidos, un empleado acudió a la sala y se encontró con un cuadro macabro: López Rega había abierto el ataúd en el que, luego de tantas desventuras, descansaba el cuerpo de Evita; en trance y con los ojos desorbitados, el Brujo pronunciaba palabras en lenguas extrañas en un ritual increíble: agitando las manos en el aire guiaba el espíritu de Evita para que migrara hacia el cuerpo de la nueva esposa de Perón.

Luego de la muerte de Perón, cuando Isabel asumió la presidencia, López Rega puso en marcha su mayor creación: la tristemente célebre Alianza Anticomunista Argentina, conocida como la Triple A. López Rega creó la más siniestra organización parapolicial y paramilitar de la historia argentina, sólo comparable a su antecesora remota: la funesta Mazorca de Juan Manuel de Rosas. La Triple A, habría de sentar las bases metodológicas de la más sangrienta de las dictaduras, por entonces en ciernes.

En torno de López Rega se nucleó un clan heterogéneo en el que confluían policías retirados y en actividad, sindicalistas corruptos, lúmpenes de todo tipo, residuos de las fuerzas de choque peronista de otras épocas, grupos ultracatólicos, antisemitas, miembros de la SIDE y adherentes a los credos espiritistas que profesaban el Brujo e Isabel. De no haber sido por su poder letal, por su penetración en los estamentos del Estado y por la impunidad absoluta que le brindaba el gobierno, los miembros de la Triple A hubiesen sido personajes dignos de una comedia grotesca.
El órgano de prensa de la Triple A, El Caudillo, tenía como lema “No hay mejor enemigo que el enemigo muerto� y desde sus páginas plagadas de odio llamaba a “eliminar a los infiltrados marxistas del movimiento peronista�.

La primera operación de la Alianza Anticomunista Argentina fue el ataque al senador radical Hipólito Solari Yrigoyen el 21 de noviembre de 1973: una bomba explotó en su auto y lo hirió gravemente. A partir de esa fecha se produjo una escalada de atentados contra figuras destacadas de diferentes ámbitos.

La lista de muertes fue dramática: Silvio Frondizi, hermano del ex presidente Arturo Frondizi; Alfredo Curutchet, defensor de presos políticos; Atilio López, ex vicegobernador de Córdoba y el sacerdote Carlos Mugica, entre muchísimos otros. Científicos y políticos fueron amenazados y debieron exiliarse. Mientras Osvaldo Papaleo, el mismo que ahora reclama por Papel Prensa, era secretario de Prensa y Difusión de Isabel Martínez de Perón, numerosos actores y periodistas también se vieron obligados a dejar el país. Desde el inicio del gobierno de Héctor Cámpora hasta el derrocamiento de Isabel se produjeron en la Argentina alrededor de quinientas ejecuciones y aproximadamente seiscientas desapariciones forzadas.

La semilla de la dictadura militar y su plan de asesinatos y desapariciones sistemáticas ya había sido sembrada. Ese fue el abono que dejó el terreno fértil para que prendiera la negra semilla de la dictadura militar.