La destitución de Diana Mondino fue un episodio raro. Salió eyectada por no ser suficientemente anticomunista. El problema es que no está claro qué significa ser comunista para el Presidente.
El jueves por la noche, cuando el cuerpo de la doctora Mondino aún estaba tibio, y todo el periodismo político se esforzaba en explicar por qué la habían ajusticiado, un hombre que frecuenta la intimidad del “triángulo de hierro”, aclaró lo sucedido con sinceridad, precisión y autoridad. Daniel Parisini, alias el Gordo Dan, el más famoso de los tuiteros libertarios, explicó en su tira de streaming:
“En el Estado tenés sobrevivientes del radicalismo, del macrismo, del kirchnerismo que literalmente son comunistas, que siguen laburando en el Estado. Y como el Estado es tan gigante, es gente que todavía no se ha logrado barrer para poner a los propios. Acá, repito, ¡hay que poner a los propios! Los propios a veces es un amigo, un conocido, que vos sabés que está con la ideología adecuada. Alguien que te da la confianza suficiente para llevar a cabo una tarea que implica no traicionar la ideología del Presidente, que es muy importante. ¿Gobernás? Ponés a los tuyos. Porque de pronto metés en el Estado a alguien que tiene medalla de oro como Kicillof y te cumple con todos los requisitos y tenés un comunista hijo de puta que te hace microgolpismo y te tira para atrás. Tiene que haber idoneidad pero primero tenés que poner a los propios. ¡Todos los propios! Tienen que conocer la línea histórica del pensamiento del presidente Milei, sobre todo en el Ministerio de Relaciones Exteriores”.
El párrafo podría interpretarse como la opinión personal de alguien que, a fin de cuentas, no ocupa ningún cargo. Lo que ocurre es que unas horas antes, cuando el cuerpo de la doctora Mondino acababa de recibir el golpe mortal, la Oficina del Presidente emitió un comunicado donde anunciaba que realizaría una auditoría del personal de carrera de Cancillería con el objetivo de “identificar a impulsores de agendas enemigas de la Libertad”. O sea que en cualquier momento podría caer en cualquier despacho de Cancillería una patrulla con el objetivo de examinar la pureza ideológica de su ocupante. Para que no queden dudas, el 18 de octubre, el presidente Milei había enviado una carta a todo el personal de Cancillería donde advertía: “Quienes no se encuentren en condiciones de asumir los desafíos que depara el rumbo adoptado en defensa de las ideas de la libertad deberán dar un paso al costado”.
En ese contexto, fue ejecutada la Canciller. Por no ser suficientemente anticomunista, o por impureza ideológica o por no combatir con saña contra los comunistas. Y así serán ejecutados otros, porque su agenda no coincide con las ideas de la libertad, sea lo que fuera esa cosa, o porque son microgolpistas, o comunistas o algo de eso.
La eyección de Mondino fue, realmente, un episodio raro. Si alguien quisiera pureza ideológica en la Cancillería, gente que no tenga nada que ver con el comunismo, Diana Mondino sería un personaje ideal: nadie sospecharía que ella es comunista ni que está dispuesta a transar con el comunismo. Más bien se trata de una apasionada militante anticomunista. Si unos días antes, cuando apareció un comunicado oficial donde se llamaba Falklands a las islas Malvinas, Mondino prometió un castigo ejemplar para el “infiltrado comunista” culpable de ese desmán.
¿Entonces?
Tal vez ocurre que no está claro qué es el comunismo y qué no es comunismo, o que la definición de comunismo sea algo más abarcativa de lo que cualquiera podría imaginar, o más etérea, fugaz, imprecisa.
Mondino quedó afuera luego de que la representación argentina votara contra el bloqueo a Cuba en la Asamblea de las Naciones Unidas. A primera vista, parece un gesto comunista. Pero a poco de hurgar se descubre que hay otra lógica. El voto argentino, en realidad, fue consecuente con una historia. Se trata de una política de Estado que se inició en la administración anticomunista de Carlos Menem y se continuó hasta hoy: la cancillería de Macri, el aliado anticomunista de Milei, votó lo mismo. Hay una razón que explica semejante coherencia. Cuba ocupa la vicepresidencia del Comité de descolonización y ha sido un aliado clave en las votaciones que respaldan el reclamo argentino sobre las Islas Malvinas.
No se llama comunismo sino pragmatismo.
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