En el marco del Día Internacional de la Educación que fue el 24 de enero, este informe analiza la profunda crisis que atraviesa el sistema educativo en Argentina. Es momento de priorizar la educación como eje central del desarrollo y la equidad en el país.

El Día Internacional de la Educación es una fecha que invita a reflexionar sobre el papel fundamental de la educación en el desarrollo de las sociedades. En Argentina, la educación suele ocupar un lugar prominente en los discursos políticos, especialmente durante campañas electorales, donde se resalta su importancia como base para el desarrollo y la equidad. Sin embargo, las pruebas de calidad y otros indicadores educativos, revelan que el sistema educativo atraviesa una crisis generalizada que afecta todos sus niveles.

El sistema educativo en crisis

La eficiencia y la eficacia del sistema educativo pueden evaluarse tanto de manera cualitativa como cuantitativa. La calidad (evaluación cualitativa) se mide generalmente a través de pruebas aplicadas a los estudiantes en áreas clave como matemáticas, ciencias y lengua, lo que permite determinar el nivel de conocimientos adquirido, más allá de la obtención de un diploma. Por otro lado, los indicadores cuantitativos reflejan la eficacia, medida por la obtención del diploma, y la eficiencia, representada por la graduación en el tiempo establecido.

En cuanto a la calidad del sistema educativo, diversas evaluaciones nacionales e internacionales evidencian el declive del sistema educativo argentino.

Las pruebas internacionales PISA 2018, que miden competencias en matemáticas, ciencias y lectura entre estudiantes de 15 años, situaron a Argentina en el octavo puesto de la región, un alarmante retroceso desde su posición de liderazgo en el año 2000. Apenas un 0,7% de los estudiantes alcanzaron niveles destacados, mientras que más del 50% presentaron desempeños insuficientes.

En el ámbito nacional, las pruebas Aprender 2023 confirmaron este deterioro. El 49% de los estudiantes de sexto grado no alcanzó niveles satisfactorios en Matemática, y el 34% tampoco lo logró en Lengua. Además los resultados son regresivos, con fuertes asimetrías por nivel socioeconómico, en el caso de los estudiantes de menores ingresos el 61% no alcanzó el nivel satisfactorio en Matemática y el 50% tampoco lo logró en Lengua, mientras que los de mayores ingresos el 30% no alcanzó el satisfactorio en Matemática y el 18% en Lengua.

Por otro lado, entre los indicadores cuantitativos destacan la baja tasa de graduación en el nivel secundario como otro aspecto crítico del sistema educativo. Según datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, sólo el 72% de los jóvenes de entre 18 y 24 años han completado la secundaria. Esta situación se agrava al analizar los datos según los ingresos de los hogares: mientras que en los hogares de menores ingresos solo el 65% de los jóvenes logra finalizar la secundaria, en los hogares de mayores ingresos este porcentaje asciende al 88%.

Y si se analiza la eficiencia, es decir, la capacidad de los estudiantes para completar el ciclo básico en tiempo y forma, los datos son igualmente preocupantes: solo el 40% logra graduarse en los plazos establecidos. Las disparidades entre los sectores estatal y privado son particularmente alarmantes. En las escuelas estatales, el porcentaje de graduación a tiempo es de apenas el 32%, mientras que en las privadas asciende al 62%, reflejando una profunda inequidad dentro del sistema.

Estos resultados impactan profundamente en las oportunidades de los jóvenes y perpetúan las brechas sociales en el país. Los bajos niveles de finalización de la secundaria, sumados a los alarmantes índices de calidad educativa, limitan significativamente las posibilidades laborales de estos jóvenes. Al no cumplir con los requisitos mínimos que demandan las empresas para la contratación, muchos se ven obligados a aceptar empleos de baja calidad, frecuentemente en la informalidad, lo que perpetúa un ciclo de precariedad y falta de desarrollo profesional.

En este contexto, aunque el sistema universitario público sigue siendo un pilar fundamental para la formación de capital humano, el debate se vuelve anecdótico. Muchos jóvenes ni siquiera terminan la secundaria y los que lo hacen enfrentan dificultades para ingresar o permanecer en la universidad debido a las carencias acumuladas en su educación básica.

Un camino hacia la mejora

Revertir la crítica situación del sistema educativo, es tanto una prioridad como un desafío. El primer paso requiere reemplazar los discursos oportunistas por una actitud autocrítica: menos hipocresía y más humildad. Luego, es fundamental transparentar la situación del sistema educativo, priorizando las evidencias sobre las anécdotas. Cumpliendo con estos requisitos, será posible fomentar una reflexión genuina que nos lleve a empezar a imaginar soluciones concretas.

En este contexto, situar el tema en el centro del debate público se vuelve imprescindible. Es importante destacar que un mayor gasto no garantiza necesariamente mejores resultados; lo esencial es optimizar la gestión de los recursos. En este marco, resulta clave respetar el régimen federal, recordando que la educación básica es responsabilidad de las provincias, que ejecutan la mayor parte del presupuesto educativo. La percepción de que la Nación debe intervenir y asignar más recursos tiende a diluir las responsabilidades provinciales.

El rol estratégico de la Nación radica en producir y difundir información precisa sobre los resultados educativos de cada provincia, empoderando a la ciudadanía para que exija mejoras a sus gobiernos locales. Esto implica implementar evaluaciones periódicas y exhaustivas, desglosadas por región, nivel socioeconómico y tipo de institución. Estos datos deben ser accesibles y comprensibles, fomentando una ciudadanía activa y comprometida con la mejora del sistema educativo.

Por su parte, las provincias deben liderar la implementación de reformas estructurales. Estas incluyen la mejora de la infraestructura escolar, el diseño de estrategias que incentiven la permanencia de los estudiantes, y la modernización de los planes de estudio, incorporando herramientas que no solo favorezcan la continuidad académica, sino también la inserción en un mercado laboral en constante transformación.

Un aspecto crucial es la evaluación adecuada de la preparación y el desempeño docente. Para lograr buenos resultados educativos, es indispensable contar con maestros altamente capacitados en didáctica, con conocimientos actualizados, comprometidos con su rol, y con una actitud positiva hacia la enseñanza y la formación.

El Día Internacional de la Educación representa una oportunidad invaluable para reflexionar y actuar. Solo un sistema educativo inclusivo y de calidad permitirá a Argentina aprovechar su potencial humano y económico, construyendo así un futuro más equitativo y próspero.
Fuente: IDESA