En Japón, donde la eficiencia y la innovación marcan el ritmo de la vida diaria, una práctica llamativa pero lógica ha ido ganando terreno: desmantelar vehículos usados para exportarlos por partes y darles una nueva vida a miles de kilómetros de distancia. ¿El objetivo? Reducir residuos, cuidar el ambiente y, al mismo tiempo, satisfacer la creciente demanda de autos económicos en países en desarrollo.
Detrás de esta tendencia hay un motor silencioso pero poderoso: empresas especializadas como Kaiho Industry Co., Ltd., fundada en 1969 en la ciudad de Kanazawa. Esta compañía se ha convertido en una referencia mundial en la exportación de autopartes, motores y vehículos desarmados. Hoy, Kaiho envía sus productos a más de 90 países, entre ellos Pakistán, Emiratos Árabes Unidos, Kenia, Nigeria y Ghana.
La lógica detrás del desarme es clara: en Japón, las leyes de inspección vehicular (conocidas como shaken) son tan estrictas y costosas que muchos autos todavía funcionales terminan siendo descartados por sus dueños. Antes de que terminen como chatarra, las empresas como Kaiho los compran, los evalúan, y si están en buen estado, los desmontan con precisión quirúrgica.
El proceso es casi una coreografía industrial: primero se retiran los fluidos, luego se separan los motores, las transmisiones, los sistemas eléctricos, los paneles y demás componentes. Cada pieza es etiquetada, catalogada y embalada. En algunos casos, los autos se cortan en secciones específicas que facilitan su envío y posterior reconstrucción.
Una vez que estas partes llegan a destino, comienza el segundo acto: talleres especializados y mecánicos locales se encargan de reensamblar los vehículos o reutilizar las partes para reparar otros. En países como Kenia o Pakistán, esto no solo brinda acceso a autos más baratos y de buena calidad, sino que impulsa la economía local generando trabajo, conocimiento técnico y nuevas oportunidades de negocio.
Lejos de ser solo una estrategia comercial, este sistema es una solución creativa a un problema global: cómo reutilizar de forma responsable y eficiente lo que en un lugar se considera desecho y en otro, una joya por restaurar. Es también una muestra de cómo la economía circular puede cruzar fronteras, generando beneficios ambientales, sociales y económicos.
En definitiva, lo que comienza como un desarme en Japón termina como una reconstrucción de esperanzas del otro lado del mundo. Y ahí, en algún rincón de Ghana o Karachi, ese viejo Toyota vuelve a rugir.
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